19 de outubro de 2010

Por mil millones de dólares.

Lectura simultánea.

Animamos a compartir esta Lectura, do Libro "Por mil millones de dólares" de Alberto Vázquez Figueroa.

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Inicio da obra:

Salka Embarek se convirtió en mujer la noche que comenzaron a caer bombas sobre Bagdad.

No se trató únicamente de una reacción síquica, achacable a una situación nueva y del todo anómala que ponía fin a su despreocupada niñez, sino de un súbito y anormal adelantamiento de su primera menstruación, lo que motivó que durante el resto de su vida asociara mentalmente la idea de la sangre que manaba del interior de su cuerpo a la sangre de las miles de víctimas de una brutal masacre.

El insoportable estruendo de las explosiones, el resplandor de los incendios, los aullidos de las sirenas, y los desgarrados gritos de angustia de heridos y moribundos significaron una definitiva vuelta de página en su existencia por el hecho de pasar en cuestión de minutos de ser la niña mimada de una familia que residía desde tiempos inmemoriales en una fabulosa y antiquísima ciudad famosa por sus leyendas, palacios, califas y sultanes, a una aturdida y aterrorizada criatura que contemplaba estupefacta los cadáveres de sus padres y de uno de sus hermanos.

Las pesadillas pueden ser hermosas porque acaban en el momento en que se abren los ojos a la realidad.

La realidad suele ser espantosa porque al abrir los ojos continúa constituyendo una indestructible certeza.

Las pesadillas son fruto de nuestra imaginación; la realidad acostumbra a ser fruto de imaginaciones ajenas.

Aquella lluvia de bombas caídas del cielo o misiles lanzados desde cientos de kilómetros de distancia, lo era, y aquel infierno adelantado a la muerte y al juicio final también lo era, aunque en aquellos momentos la desconcertada Salka Embarek no consiguiera entender sus motivos.

Sobre los parterres de flores del pequeño jardín que su madre le había enseñado a cuidar con tanto esmero, reposaba ahora el destrozado cadáver de su hermano Alí, y tan sólo la ropa y el anillo que lucía en una mano que tantas veces la había llevado al parque, le permitían comprender que aquel otro disperso amasijo de carne ensangrentada pertenecía a su madre.

Su padre había sobrevivido durante casi diez minutos al efecto de la explosión que había destrozado su hogar, pero su corazón parecía haberse negado a aceptar la magnitud de la tragedia; ahora se encontraba sentado en uno de los cuatro escalones que daban acceso al porche, con los ojos muy abiertos, como si estuvieran observando el horror, aunque ya no veían más que el largo y oscuro sendero que conducía a la nada.

Estrellas fugaces cruzaban una y otra vez el cielo, pero ya no eran aquellas por las que tantas noches se sentaron en la terraza deseando verlas y pedir deseos que rara vez se cumplían, sino proyectiles que buscaban ansiosos las cabezas de otros ancianos y otros niños.

La guerra, odiosa palabra que su madre más que pronunciar escupía con asco, había irrumpido sin previo aviso en el pequeño mundo de una criatura a la que nadie había puesto en antecedentes de su letal significado.

Salka tardó casi una hora en reaccionar, se irguió a duras penas, cruzó junto al rígido cuerpo de su padre sin rozarlo, se abrió paso entre las ruinas, apartó los cascotes que cubrían su cama y se acurrucó en ella ansiando quedarse dormida con la vana esperanza de que con la luz del nuevo día todo volviera a la normalidad.

A las ocho tenía que estar en pie y a las nueve en el colegio.

La maestra se mostraba muy estricta respecto al hecho de ser puntual.

Pero el sueño no ama a los desgraciados.

Al sueño no le gusta acudir en auxilio de aquellos que lo necesitan.

El sueño, último consuelo de los pobres, tanto más tarda en llegar cuanto más se le llama.

El sueño es un maldito traidor que acosa a quien le esquiva y esquiva a quien le acosa sin atenerse a razones, pese a que aquella que solicita sus favores sea una pobre niña que le espera como su única oportunidad de no volverse loca.

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