23 de decembro de 2011

YO TAMBIÉN LEO

Es evidente. Hay poca gente que intente escribir y que no lea, y prefiero no hacer ningún comentario sobre lo que puede salir de sus teclas si lo intentan, porque estamos en Navidad y se supone que es una época de paz y amor y blablablá. Chorradas, si queréis mi opinión, pero es un cliché tan bueno como cualquier otro para justificar que no tengo humor para meterme con nadie porque estoy una de esas rachas en que, si empiezo, no paro.

En fin, ya estoy dispersándome. Decía que leo. Leo sobre todo por placer, claro, y no soy capaz de recordar una época de mi vida en la que no llevara un libro debajo del brazo. Pero leo también, en mucha menor medida, porque una de las cosas que hay que hacer para escribir, es leer. Leer muchísimo. No sólo para saber cómo deben hacerse las cosas, sino también para saber cómo no quieres hacerlas, porque no todo lo que se publica es genial y maravilloso y, aunque lo sea, no tiene que serlo para una persona en concreto. Hasta de lo que es malísimo e infumable se puede aprender algo. Estoy convencida de que leer mucho, de algún modo, te despierta el instinto y te ayuda a contar tus propias historias. Aunque leería igual si no escribiera, para qué negarlo.

Por supuesto, que leer ayude a escribir no quiere decir que sólo por leer vayáis a saber escribir, aunque parece que eso es un error de juicio que se está extendiendo como la pólvora últimamente. Sabéis como pienso: si no tenéis un don para esto de aporrear teclas, da igual que os hayáis leído hasta las instrucciones del detergente, que hayáis asistido a ciento cincuenta y dos mil cuatrocientos seis cursillos, que os metáis en setecientos ocho foros o que le hagáis padecer a treinta y cuatro sufridos lectores cero el fruto de vuestra depravada imaginación. Por mucho que lo intentéis no vais a saber escribir nunca como alguien que ha nacido con un chip en el cerebro para esto. Mala suerte, es lo que hay. La vida no es justa, colegas, pero, por una vez, no podéis echarme la culpa a mí. Se nace para algunas cosas y para otras no. La genética es una perra sin sentimientos, qué le vamos a hacer. Y del mismo modo en que la gente no puede plantearse que debería haber nacido con los ojos azules a pesar de que no ha habido en su familia ni un solo gen de pigmentación clara en cuatrocientas veintitrés generaciones, tampoco debería plantearse que puede hacer algo para lo que no está dotado sólo porque tiene fuerza de voluntad. Yo no aprenderé a cantar ni aunque mi vida dependa de ello, por ejemplo, y ya hace mucho que he dejado de intentarlo y no maldigo a los que han nacido con una afinación natural sólo porque yo no la tengo, ni seré nunca capaz de conseguirla. Pero bueno, la estupidez humana es algo que se sobreentiende, y yo creo haber dicho que hoy no venía para criticar a nadie. Sí, ya lo sé, pero eso también es genético. Me sale sin querer. Es que me han dibujado así, y no vale maldecir al que sujetó el pincel, que mentar la madre está feo, lo sabe todo el mundo.

El caso es que, cuando lees mucho, pero mucho muchísimo, tu economía y tu espacio vital acaban resintiéndose. Y tus pulgares. Y tu columna vertebral. Y tu vista. Leer será buenísimo para el espíritu, pero es malísimo para el bolsillo, las estanterías y muchas partes del cuerpo. Y ahora es cuando llego por fin donde quería llegar —eh, esta vez sólo me ha costado una página con espaciado de uno y medio, estoy mejorando—: los e-reader.

Desde que los aparatos en cuestión salieron al mercado, he leído y escuchado opiniones para todos los gustos. Desde quienes los adoran hasta quienes los odian, e incluso alguno que ha dicho que es una maquinita para snobs que sólo leen best-sellers. En fin.

Bueno, las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene una. Yo también, claro. Y voy a darla, cómo no.

Como toda la gente que lee, soy una fetichista del papel impreso. Leer es una experiencia que estimula prácticamente todos los sentidos, y no sólo en la forma metafórica de la imaginación viendo, saboreando, oliendo, tocando y degustando lo que el autor quiere contar. Está claro que la vista es lo que más funciona, sí, claro, pero también está el olor de los libros, tan diferente entre los nuevos y los viejos, pero igual de evocador; está el crujido inconfundible de las hojas al pasarlas; está el tacto del papel, el peso del tomo en tus manos. Vale, no está el gusto, a no ser que seáis de los que se lamen el dedo para pasar las hojas, y si lo sois, prefiero callarme mi opinión al respecto, pero todo lo demás está ahí para hacerte disfrutar más de la lectura.

Evidentemente, pierdes mucho de eso cuando lo que tienes en tus manos es un e-reader. No hay olor, no hay páginas crujiendo bajo tus dedos, apenas hay peso, no hay más tacto que el del fino metal o el suave plástico… Pero las letras están ahí; la historia es la misma, nadie te la va a cambiar. Y la vista está tan descansada —o tan cansada— como cuando lees en un libro “de verdad”. No es lo mismo, cierto, y además pierdes el placer exhibicionista de ver cómo tu librería crece exponencialmente con cada mes que pasa. Pero que tiene muchas ventajas, las tiene, y va a ser muy difícil que nadie me convenza de lo contrario.

Para empezar, está el espacio. Tengo más de quinientos títulos ya leídos en mi reader y todavía puedo dejar en su memoria tres veces esa cifra. ¿Os imagináis lo que abultarían esos libros en mis estanterías? Porque coleccionar libros es estupendo, pero cuando lees una media de tres libros por semana, como es mi caso —sí, dije “media”. A veces es mucho más. Un libro de unas doscientas páginas apenas me dura un día. No sólo leo mucho, también leo muy rápido—, no tardas demasiado en volverte loco para acomodar todos los libros en una estantería. O en las famosas “pilas de pendientes”, que componen esos libros que compras por impulso y que vas amontonando cuidadosamente —es un decir— en cualquier espacio disponible hasta que te decides a leerlos o se derrumban sobre ti, lo que quiera que pase antes. Además, como toda la gente que tiene un presupuesto limitado, si tengo que elegir entre dos libros que me llaman la atención por igual, escojo de forma invariable el más gordo, así que el problema de espacio cada vez es peor.

Y claro, elegir el libro más gordo tiene otro problema además del evidente de espacio: ¿habéis intentado leer un libro de ochocientas páginas en la cama? Una experiencia estupenda, sí. Gloriosa. Sobre todo para tus maltratados pulgares. Y para tu nariz, si tienes la mala costumbre de leer hasta que caes rendido, aferrándote al manido mantra: “sólo un capítulo más y apago la luz, palabra”.

¿Más ventajas del reader sobre el papel? Pues a ver… Por ejemplo, puedes llevarlo a todas partes sin estropearte la espalda. Apenas pesan, así que los metes en un bolsillo, en el bolso, en la mochila, y siempre están ahí, listos para ser leídos, encendiéndose directamente en la última página en la que estuviste. Si sois de esa gente afortunada que pude irse quince días de vacaciones, no es necesario que llenéis una maleta con libros. Cargáis el reader con lo que os dé la gana, y no pasáis ni un solo minuto sin leer si no queréis. Sí, vale, hay gente que no se lleva los libros cuando va de vacaciones, pero aclaro que yo pienso que los reader sólo son útiles de verdad para la gente que no puede prescindir de leer, y lee mucho. ¿Más? Vale: no cansan la vista, o al menos, no la cansan más que la letra impresa, y si no ves muy bien, tienes toda una gama de escala de grises para adaptar la lectura a tu gusto, y un montón de tamaños de letra para que no te dejes los ojos con un tipo seis apretujado.

Son caros, sí. No lo voy a negar. Y no pienso entrar en la guerra de las marcas, porque yo estoy encantada con el mío, y otro estará encantado con el suyo, y yo paso de jugar a ver quién la tiene más larga, que ser mujer me evita caer en esas tonterías por pura biología. Pero digamos que el precio medio pasa de los ciento cincuenta euros. Una pasta, y estamos en crisis. Ya… Pero ¿cuánto cuestan diez libros en trade, por no decir en tapa dura? Pues eso. En poco tiempo, y con un ritmo de lectura normal, lo tienes más que amortizado.

Oh, sí, estoy dando a entender que hay pirateo. Por todos los demonios, que vengan las fuerzas vivas y me encadenen, ¿cómo oso? Pero. Venga. Ya. Colega. No conozco a nadie que no haya pirateado algo alguna vez. Nadie. Y conozco a un montón de gente, en serio. Aun así, ya reconocí que soy fetichista, así que, si un libro me gusta, pues me lo compro, porque me gusta tenerlo, como hay gente a la que le gusta tener un bolso de marca, o un coche que te quedas. Es lo que hay, no puedo evitarlo. Vale, entonces, ¿por qué piratear si lo vas a comprar igual? Pues primero porque no siempre aciertas con la lectura, así que lees mucha mierda, qué le vamos a hacer. Y no es lógico ocupar espacio con algo que preferirías hacer arder en una pira ritual. Pero sobre todo, creo que hay pirateo porque no se entiende el precio de los e-book. Yo, al menos, no lo entiendo por mucho que me lo expliquen. Y sí, las editoriales justifican ese precio por el pirateo, pero, venga ya. Toda la vida he prestado libros, y me los han prestado a mí. Yo compraba un libro, me gustaba, y diez amigos míos se leían la misma copia. Y no, casi ninguno lo compraba. Igual es que yo calculo mal, que soy de letras, pero para mí eso suponía para la editorial la misma pérdida que la de los diez fulanos que se descargan ahora contenidos ilegales. Y es así de siempre. Como siempre lo ha sido con la música. Que levante la mano el que tenga más o menos mi edad y no haya dicho nunca eso de “oye, pásame el disco de (quiénsea) que me voy a hacer una copia”. No veo ninguna mano por ahí. Bien, gracias por vuestra sinceridad.

Así que, porque hay gente que no compra nada ni que le pongan a la SGAE mordiéndole la yugular, los demás tenemos que pagar una pasta por un libro que no tiene gastos de distribución, ni de edición. Muy lógico, sí. Una gran visión comercial por parte de los que no quieren ser ni un poquito menos ricos. Porque no os engañéis: las editoriales siempre han ganado lo que han podido, porque en este país se lee poco, y eso va a ser así hasta que la gente cambie el chip y le pille el placer a la lectura. Y las discográficas siempre han estado forradas, y seguirán estándolo aunque tengáis el i-pod lleno de descargas ilegales. No son pobres mendigos rogando por vuestra caridad. Son peña con mucha pasta y, como toda la peña con mucha pasta, no quieren tener menos. ¿Cómo van a tener un Lexus en lugar de un jet privado? Un poco de compasión, por favor. No son chusma, como vosotros, ellos merecen cosas buenas. Y no me vengáis a hablar del pobre autor/cantante o lo que sea, que es el que menos gana en todo este tinglado. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, él solo pone el talento…

Resumiendo, que me vuelvo a salir del tema: ¿prefiero los libros en papel? Sí. ¿Voy a renunciar a mi reader por eso? Ni borracha de cazalla. Es el aparato más útil que he comprado en mi vida, y lo adoro. Tiene todas las ventajas, y muy poquitos inconvenientes y, aunque seguiré perdiéndome por las ediciones cuidadas y maravillosas, y el tacto y el aroma de los libros, el romanticismo está fuera de lugar en estos tiempos prosaicos, así que defiendo el uso de los lectores me den los argumentos que me den en su contra.

Y, bueno, que es Navidad, así que podéis aprovechar para haceros un buen regalo. No os vais a arrepentir, creo yo.

**Nota: ¿Alguien quiere explicarme por qué Word entiende que el “tu” de “tu vista” debería llevar tilde? ¿Veis como no es bueno fiarse de los correctores ortográficos?

5 comentarios:

  1. Joer, Adu. Esto de coincidir tanto no puede ser bueno. ¿O si? ;) coincido plenamente en lo de que leer no te hace escritor. Creo que soy la prueba viviente de ello. Y coincido en que el lector digital es uno de los mejores inventos que jamas se han descubierto. Cuando tienes los libros en las estanterías en doble y triple fila, una habitacion entera para ellos, desde el techo hasta el suelo, y ocupas parte de las habitaciones de tus hijos, y la mitad de las paredes de la casa del pueblo, y en el salon ya no cabe una página agradeces poder meterte la mitad de la biblioteca en una pequeña tarjetita del tamaño de tu uña.
    Y la miras y la recontramiras y sonries de oreja a oreja porque ahora puedes seguir disfrutando como una enana sin invadir el espacio vital de los que te rodean, ademas de dejar de pasar horas limpiando el polvo :)

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  2. Solo una puntualización. Se puede no haber nacido para algo (algunos lo tenemos asumido), pero no por ello perdemos las ganas o el interés. Y creo que podemos disfrutar tanto o más que los que si nacieron (o al menos se tiene la creencia de que se le suele dar más valor a lo que cuesta conseguir). Por otro lado, tenemos el mismo derecho a escribir, que no a publicar, y estoy convencido de que se puede mejorar y, con mucho esfuerzo, terminar haciendo algo digno. Quizás la diferencia estribe en que algunos consiguen llegar invirtiendo 3 meses de su vida y otros necesitemos dos años...

    Una muy buena entrada. Yo pensé en comprarme un lector, pero al final me decidí por el Ipad y la cagué. Lo vendí a un colega hace poco. Igual acabo pillándolo, aunque no ando muy lector de última. Apenas una hora antes de dormir, dependiendo del sueño que tenga y lo que me enganche el libro.

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  3. A ver si la economía lo permite y me lanzo a por un kindle (que sin entrar en guerra de marcas lo veo superior a los demás), pero la verdad es que no está el horno para muchos bollos.
    Más razón, como se suele decir, que un santo.

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  4. Pues claro que tengo razón gente. Suelo tenerla, ya lo sabéis XDXD

    Dos cositas (bueno, tres): Ángel, ya hablaré contigo, que paso de ponerme ahora a debatir, que vengo de cenar y el estómago demasiado lleno me atonta las neuronas.

    Otra: Sin entrar en guerra de marcas, yo estoy encantada con mi Sony XD Eso sí, es carérrimo, y viene pelado =(

    A las otras dos sospechosas habituales, hola, y todo eso XD

    PD: Veo que nadie entiende lo de Word y el tu con tilde XD

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