27 de xaneiro de 2012

I BELIEVE IN SHERLOCK

Es curioso cómo funciona el mundo en ocasiones. Cuando tu mal humor ya está alcanzando cotas apocalípticas; cuando la casa ya no sólo se te cae encima, sino que te rompe un par de costillas y mastica un rato tus hígados antes de saltar encima de tus tripas; cuando te mueres por un mínimo de conversación inteligente y el monólogo con tus perras ya no es suficiente… De pronto, alguien necesita saber que estás viva y te ofrece un buen rato de cháchara telefónica, que encima te inspira para una entrada de blog.
            
Reconozco que intentar mantener una conversación telefónica de media hora sobre lo fantástica que es una voz en un momento en que la tuya parece papel de lija envolviendo un puercoespín quizá no le resulte a alguien normal el colmo de la diversión, pero yo nunca he presumido de ser “normal” —signifique eso lo que signifique— y mi interlocutora tampoco es que pueda jactarse de semejante cosa, así que no importó demasiado. Al fin y al cabo, se trataba de una voz realmente fantástica y la mía siempre ha sido cuando menos curiosa, incluso cuando no está arrugada por la tos.
            
Y, como de costumbre, sólo unos pocos privilegiados sabéis ya de qué estoy hablando. Ya. Lo normal, vamos. Bueno, pues hablo de mi última gran obsesión: la serie de la BBC, Sherlock. Y, de paso, de la rechupeteable voz de su protagonista, Benedict Cumberbatch, que con apenas un puñado de sílabas consiguió convertirme en una auténtica Cumberbitch, sin remedio ni redención. A mis años. Hay que joderse…
            
Vale, a ver: si alguien está siguiendo la serie en su versión doblada… Dejadlo, insensatos. Ya. ¿Qué demonios creéis que estáis haciendo? Volved al redil y escuchadlo en versión original, por los dioses. Doblar a ese hombre debería estar penado por la Constitución, varias Leyes Orgánicas y seis o siete reglamentos. Como mínimo. Eso no es una voz: es La Voz. Así, con su mayúscula y todo y que le den por saco a Sinatra. E incluso creo que le vendría bien al sustantivo una cursiva, un subrayado y tal vez una negrilla. De verdad, os juro que si me cruzo con ese hombre le pido que me cuente el cuento de Los tres cerditos, que me lea la lista de la compra, o que me dicte el callejero de Londres en orden alfabético descendente. Lo que sea. Cualquier cosa. Pero que no deje de hablar, por todos los dioses de cualquier panteón conocido o por conocer. 

Es la primera vez en mi vida en que me muero porque un hombre NO deje de hablar…
            
Reconozco que, cuando me recomendaron la serie, ni me planteé verla. Al fin y al cabo, es Sherlock Holmes, por favor, y yo aborrezco a Sherlock Holmes. Lo aborrezco hasta la nausea como personaje literario y lo aborrezco todavía más en todas sus adaptaciones para la pequeña o gran pantalla, incluyendo la chorrada de Robert Downey Jr. La primera. La segunda ni me molesté en verla. Ni me molestaré, vamos. Oh, anatema, excomunión, ¿cómo me atrevo? Pues me atrevo, fíjate tú. Y me importa un pijo lo que vayan a decir los holmesianos. Siempre he odiado a Holmes porque a mí me gusta empatizar con los personajes sobre los que leo, y el puñetero detective de los mis carajos se basa precisamente en que nadie en su sano juicio pueda empatizar con él. Doyle nos muestra un bicho sin resquicios ni humanidad, sin debilidades ni fracturas por las que acceder a su irritante caparazón. Y lo detesto. Con todas mis fuerzas, como detesto a cualquier otro personaje plano y sin alma. Y además, no me gusta nada el estilo de Doyle, ni las historias de detectives, ya puestos, pero supongo que eso ya es personal.
            
Así que, me dijeran lo que me dijeran, no tenía pensado ver la serie. Ni en broma, vamos.
            
Y después pillé una gripe del quince.
            
Es increíble lo que horas de aburrimiento llegan a hacer con las convicciones de alguien.
            
Cuando vi que sólo eran tres episodios por temporada, me encogí de hombros. Cuando vi que cada episodio duraba hora y media, vaticiné que probablemente me quedaría dormida antes de llegar a la mitad.
            
Bien, está claro que no puedo acertar siempre.
            
La mayoría de las veces sí, claro, pero no siempre. Soy casi humana, al fin y al cabo.
            
Y es que la adaptación me enganchó desde los primeros cinco minutos. Creo que incluso me habría enganchado sin la voz de Cumberbatch, lo que es decir mucho, pero es que esa voz estaba ahí, así que cuando escuché la primera frase que salía de los labios de Holmes, enarqué una ceja —vale, no sé enarcar una sola ceja. Pero habría querido hacerlo, quede claro— y pensé: “Oh, nene”.
            
Bien, quizá lo que apareció en mi cabeza fue algo mucho menos coherente y menos tolerado para menores, pero haceos una idea…
            
Sin embargo, probablemente la voz no habría bastado para engancharme, aunque confieso que soy una verdadera adicta a las voces. Soy de esa clase de gente que no puede ver películas o series dobladas —entre otras muchísimas razones— porque sé automáticamente a quién más ha prestado su voz el actor de doblaje, y me resulta imposible abstraerme. Soy de esa clase de personas que siempre te reconoce por teléfono. Soy de ese tipo de gente que puede encontrar a alguien extraordinariamente irritante —o extraordinariamente atractivo— sólo por su tono de voz.
            
Hay gente que nunca olvida una cara. Yo jamás olvido una voz.
            
Pero, insisto, eso no habría bastado. Quiero creer que mis obsesiones no llegan a tanto. Al menos en eso.
            
El caso es que, de un modo u otro, la adaptación me parece magnífica. Por supuesto, no soy quien para hablar del canon holmesiano porque creo que apenas me he leído una novela y un par de relatos de Holmes, y la verdad es que tuve más que suficiente con eso. Para varias reencarnaciones, de hecho. Pero supongo que eso ya es decir algo, ¿no? Si a alguien como yo, que detesta todo lo que tiene que ver con el dichoso detective, la serie consiguió engancharla… ¿Por qué no va a enganchar a alguien menos reticente? Tiene un ritmo de narración ágil a pesar de su larguísima hora y media que, en ocasiones, llega incluso a hacerse corta; los actores son estupendos, desde el ya archicitado Cumberbatch interpretando a Holmes, hasta el magnífico, enorme, insuperable Martin Freeman como Watson, pasando por, por supuesto, el histriónico, enloquecido e irritante Andrew Scott como Moriarty. He leído por ahí que unos cuantos holmesianos no están precisamente encantados con Moriarty, pero a mí me chifla. Y de hecho, ya lo consideraba de lo poco salvable de las novelas de Doyle: el auténtico archivillano que ha servido de molde a mil millones de malos de cine y literatura posteriores. Adoro ese personaje, y lo adoré en esta adaptación. Es el contrapunto perfecto al siempre correcto Holmes, tan similar, y al mismo tiempo tan diferente. Con su voz chillona, con sus agudos imposibles y sus gestos de dibujo animado. Lo adoro. Me cae la baba cada vez que sale en pantalla. Si no fuera histriónico, exagerado y casi caricaturizado, no sería el contrapunto de Holmes. Serían idénticos. Y ¿dónde estaría la gracia, entonces?
            
Es cierto que no es una serie británica al uso, y lo digo con conocimiento de causa, porque suelo ser extrañamente afecta a las series que no son Made in USA. Es quizá demasiado Hollywoodiense, demasiado “moderna”, muy visual… Y tampoco me importa. Para mí consigue lo que no consiguieron jamás las novelas ni ninguna de las adaptaciones anteriores: humanizar a Holmes. Hacer que su personaje crezca, madure y evolucione y que tú quieras estar ahí para verlo. El resquicio que Doyle había dejado para que eso fuera posible era tan ínfimo, tan diminuto que casi resultaba imposible hacerlo, pero ahí está. Los guionistas lo han logrado: Holmes está vivo. Es más que el “inteligente detective bajo el ridículo sombrero”, más que el “sociópata altamente funcional”. Y me encanta. Por primera vez soy capaz de ver el hombre tras el cerebro, y me gusta muchísimo. Oh, sigue siendo un arrogante hijo de su madre, pero es humano —un humano muy inteligente, eso sí— y lo adoro por ello. Y porque es un capullo integral, pese a su humanidad.
            
Y, por supuesto, cada vez que dice “boring”, me fallan las piernas.
            
En resumen, ved la serie, cachorritos. En versión original, por supuesto. Y disfrutad de una de las pocas veces en que el lenguaje visual resulta ser mil veces mejor que el escrito.
            
Y ya me contaréis.


4 comentarios:

  1. Pero tío, descárgatelo de megaup... Oh, wait X(

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  2. Luego no fui el único que se tiró de los pelos cuando escuchó el doblaje de Antena 3! Al menos han confirmado la tercera temporada, pero la espera se va a hacer muy larga. Pero, de momento, sólo venden en DVD/Blu-ray la primera temporada.

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  3. ¿El único? No, para nada. Somos Legión XD Aunque yo lo vi en TNT, no en A3. Eso me pasa por encender la tele, con lo bien que está apagada...

    Sea como sea, el doblaje es algo más que malo. Si yo fuera Martin Freeman, los denunciaba, directamente. Oh, y Andrew Scott... Lo que han hecho con el pobre Moriarty no tiene nombre. Y con Mycroft, por los dioses... Curiosamente, el doblaje que menos me desagrada es el de Holmes, pero claro, ya he dicho que doblar a Cumberbatch debería ser ilegal.

    Y sí, habrá tercera temporada, y al parecer antes de que acabe el año. Va a costar esperar, y más si te lees los comentarios de Moffat, que es un troll del quince XD

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